La familia y los medios de comunicación

Posted by Publicadas por Clemente Sánchez-Uribe On 11:41 a.m.


Martha Tarasco Michel[1]
Ana Laura Silveira
[2]

Introducción

La familia es la institución humana más extendida en el tiempo y el espacio. Es el criterio por excelencia desde el cual se organiza la vida real de todas las comunidades humanas. No obstante, hoy en día ha sufrido constantes ataques, por lo que se dice que no tiene una definición precisa ni exacta.

La familia es patrimonio de la humanidad […] Ella ha sido y es la escuela de la fe, palestra de los valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente […] La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los hijos (Benedicto XVI, 2007).

¿Qué es entonces la familia? Una comunidad de personas con lazos conyugales, filiales, fraternales o parentales, con variedad de composiciones y unidad de significado, pero sobre todo que, en sus relaciones, establece la red básica del desarrollo del ser humano.

Para los antropólogos, la familia es posible identificarla por marcadores genéticos entre padres e hijos, es decir, son personas que comparten lazos de consanguinidad, aunque no exclusivamente.

En ella existe una equidad generacional, aunque los roles sean diferentes, pero en el que cada miembro es igualmente importante. Estos roles implican la transmisión de la cultura y es, en la familia, donde se aprende a establecer relaciones con la sociedad. Los educadores dirán que la familia es donde se aprende la educación no formal, es decir, los valores o antivalores, la violencia o la negociación, la imposición o el diálogo, el respeto o su ausencia, la trascendencia o la superficialidad, y muchos otros.



Es importante comprender que cuando se habla de las familias estamos ante grupos “vivos” y cambiantes de personas con una dinámica psicológica y social. Se trata de mundos domésticos donde los padres y los hijos viven todos los días experiencias afectivas, de vida y de muerte, de enfermedad y de alegría. Las familias, aunque adquieran costumbres de cada época, seguirán siéndolo siempre que promuevan la totalidad de la persona de cada uno de sus miembros, tengan una relación vincular, y los padres ejerzan una relación complementaria.

Sin embargo, los medios de comunicación transmiten una realidad que no es la natural que existe. Tal parecería que lo normal es sólo estadística y no lo que en el fondo de cada persona existe: el anhelo de una relación perdurable, incondicional y amorosa. En cambio, lo que los medios muestran son familias destruidas o relaciones fortuitas, pero familias amorosas, respetuosas de sus integrantes y preocupadas por su propia colaboración en la sociedad es muy baja.

Roles familiares

El rol es un tipo de comportamiento que se espera desarrolle un miembro de la familia, e incluye no sólo al padre, a la madre y a los hijos, sino también a la familia extensa: abuelos, tíos, etc. Los roles de los miembros de la comunidad familiar no siempre se derivan de su sexo, ya que se originan más en razones de tipo cultural o tradicional de cada grupo familiar, así como en las condiciones particulares de cada familia: trabajo, cuidado de niños muy pequeños o de enfermos, y otros. Es decir, obedecen a la necesidad de distribuir tareas según las condiciones de vida de cada familia. En la época actual, los hombres realizan perfectamente los oficios tradicionalmente femeninos, y las mujeres pueden llevar a cabo todas las tareas masculinas, incluidas las de alto riesgo físico (Arredondo, 2008).

En este sentido los medios, particularmente la televisión, sí muestra la existencia de roles laborales y domésticos mutuos pero no refleja una realidad mexicana: el papel de los abuelos en el cuidado de los nietos, puesto que la mayor parte de la clase media mexicana ambos cónyuges trabajan, y más bien se muestra el lado negativo o poco práctico de la convivencia con la vejez.

Composición y permanencia

La realidad en cuanto a composición y divorcio (como ejemplo opuesto de la duración del matrimonio) dista mucho de la fantasía que algunos medios de comunicación muestran, como las telenovelas, o muchas de las películas en las que abunda la infidelidad.

En el estudio sobre la familia mexicana realizado por el DIF bajo la dirección del maestro David Calderón Martín del Campo, se encontró que existen más familias de composición nuclear (padre, madre, hijos) y en crecimiento, que familias monoparentales. Es decir, son mucho más las familias compuestas por ambos progenitores, que hijos con familias monoparentales. Y respecto a estas últimas, casi la mitad de ellas tienen jefatura masculina, es decir, no siempre es la mujer la abandonada pues casi la mitad son hombres abandonados. A nivel nacional, Calderón reporta, para ese año, que de esas familias monoparentales el 9% son por divorcios, el 20% por separación o abandono, y el resto por muerte o por decisión propia de criar solo al hijo.



Asimismo, a diferencia de las series televisivas estadounidenses donde se expone falta de interés por relaciones profundas y permanentes, el estudio del DIF mostró que el 83% de los jóvenes identifican como prioridad vital formar una familia. Además, reportó que en México hay 22 millones de familias de las cuales 76% son nucleares, y de ese total el 80% son biparentales y sólo el 20% son monoparentales.

Familia y responsabilidad

Toda familia se inicia con la pareja humana. Algunas de ellas, la mayoría, legalizan su unión. El Diccionario de la Real Academia Española establece que el matrimonio es la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. Dado que este tipo de vínculo conlleva una serie de derechos y obligaciones, es necesario que los contrayentes conozcan y acepten cada una de las responsabilidades a las que estarán sujetos por voluntad propia. En principio, llegar a establecer un matrimonio supondría que se tiene plena conciencia de lo que significa esta unión, de ahí la necesidad por hacer énfasis en no tomar la decisión a la ligera y, sobre todo, porque es el inicio de lo que podría llegar a convertirse en una familia, institución fundamental para la sociedad, por ser la responsable de inculcar en su interior una serie de valores que hacen que sus miembros se apeguen o rechacen la vida matrimonial (Arroyo, 2008).

En este sentido, la preparación para el matrimonio es fundamental respecto a los ordenamientos del marco legal y al conocimiento de las nuevas conductas que se adoptarán en lo individual y en lo social. Justamente en este marco conductual han intervenido los medios de comunicación, donde es frecuente observar que el tipo de vida que se promueve es el de una persona soltera con un alto nivel de vida y gran poder adquisitivo, de tal forma que la idea de unirse y comprometerse permanente y exclusivamente con otra persona resulta incompatible, y mucho menos el criar hijos (Arredondo, 2008)). Sin embargo, lo que no se menciona es que el ser humano es un ser social que requiere de satisfacer necesidades de pertenencia, lealtad incondicional y de estima, y que sólo en familia se pueden cubrir esas carencias.

Esto no quiere decir que unirse en matrimonio sólo responda a la necesidad de compañía y aceptación, sino va mucho más allá: es una forma de convertir el amor hacia una persona en protección con el fin de establecer una familia.

Las funciones de la familia aparecen […] a partir del establecimiento de la protección legal de un nexo justo entre personas de distinto sexo que deciden libremente compartir la vida entre sí. El amor […] siempre supone la justicia […] no pueden prescindir de proteger […] elementos de convivencia justa que son la base mínima, […] sobre el que se construye una vida en común que está llamada, evidentemente, a rebasar la pura justicia (Guerra, 2003).

Utilitarismo: una corriente de pensamiento

El utilitarismo ha permeado también en la relación paterno-materno filial en todas las dimensiones de ésta, en particular en la propia decisión del acto procreativo. Del término “paternidad responsable” se ha pasado al concepto “paternidad deseada”, lo que implica ver al hijo como un bien material que se posee. Y dado que la realidad muestra la dificultad fáctica de la crianza del hijo, entonces el objetivo de tal decisión se transforma en la “paternidad de autocomplacencia”, donde se tiene al hijo que se quiere, como se quiere y cuando se quiere
[3] y, una vez que el niño ha nacido, entonces se pretende moldearlo según las metas de los progenitores o en un tipo de relación de tiranía, donde el tirano es el hijo que otorga sus favores afectivos si sus caprichos no se cumplen.

En los medios son pocos los ejemplos de series o de películas donde se muestra un adolescente comprometido y con valores, y si se trata de niños pequeños son víctimas o victimarios simpáticos, pero no se presenta al niño natural.

En cuanto al concepto de amistad, es habitual que en las películas sí se exalte según el esquema aristotélico, pero en las series televisivas suele ser por conveniencia terminando en traición.

Política y familia

Desde los años treinta se ha intentado, desde la sociología, redefinir a la familia, hecho que ha tenido gran resonancia en la ONU. El objetivo ha sido, desde entonces, deconstruir el concepto. La familia tiene grandes opositores, y no porque tal gente no desee pertenecer a una familia. Inicialmente fue como una medida más sobre el control poblacional y, paulatinamente, se han sumado otros motivos como una lucha contra cualquier vínculo con la realidad antropológica del hombre volviéndola un reflejo económico y productivo de diferentes modelos políticos. Además, ha sido una liberación de los deseos, lo que necesariamente desemboca en una conducta sin límites. La propuesta ha resultado en una institución cambiante y evolutiva, según las costumbres dadas por las necesidades de la vida industrializada, hiperproductiva y alejada de toda intimidad interpersonal (Carlson, 1994).

Cuando la intención supranacional orquestada por la ONU y sus filiales incrementaron las acciones antinatalistas (anticoncepción, aborto, presión sobre la mujer para alejarla del hogar, uniones del mismo sexo, etc.), la reconstrucción del concepto de familia no sólo ayudó, sino que se apartó aún más de la ley natural (Schooyans, 2008).¡Todas estas estrategias van encaminadas a disminuir la población mundial!



De esta manera, se ha atacado por todos los medios factibles no sólo la tradición, sino la realidad fundamental de la naturaleza humana que tiende siempre a formar una comunidad de personas unidas por el amor. Sin embargo, no se ha reflexionado en dos aspectos: el primero es que la familia nuclear no es una “tradición” ni una imposición, es lo que todo niño cuyos padres no están juntos desea y que le causa inseguridad cuando no la tiene debido a que es la manifestación de la humanidad misma. Por eso se emparejan
[4] y se complementan y, si se aman, confían. Confían tanto en sí mismos y en la vida que aman la vida, por lo que la acogen cuando les es entregada en la custodia de un hijo.

El segundo aspecto es que la realidad no es una “actuación”, es decir, los seres humanos pueden actuar en contra de la naturaleza y no por ello ésta cambia. Y esto es lo que pretende la ONU, pues en la Conferencia de El Cairo sobre Población y Desarrollo de septiembre de 1994, afirmaba que “la división tradicional, basada en el género, de funciones productivas y reproductivas dentro de la familia, con frecuencia no refleja las realidades y aspiraciones actuales” (Carlson, 1994). Así, al manipular la definición de la familia, la ONU y otras entidades aliadas tienen carta blanca para llevar a cabo sus esfuerzos de ingeniería social.

Pero lo que le ocurre a la familia en el mundo contemporáneo no constituye simplemente un cambio, sino un verdadero declive. David Popenoe (1993), un sociólogo de la Universidad de Rutgers, indica que la familia en Estados Unidos y en el resto del mundo occidental está declinando en tres sentidos: 1) como una realidad demográfica: los hogares disminuyen en tamaño y duración; 2) como una presencia institucional: la familia delega sus obligaciones a entidades corporativas o al Estado; 3) como valor cultural: el valor de la vida familiar disminuye en comparación con el “yo” y con el “bien común” que reclama el Estado.

Carlson (1994) afirma que estos cambios son el resultado de los esfuerzos deliberados por parte de algunos individuos y movimientos ideológicos para debilitar a la familia, o inclusive para eliminarla. De este modo, la persona se encuentra indefensa ante el Estado y dependiente de él. También observa que si a la familia se le quita la responsabilidad y el control de la educación, la escuela pública también puede contribuir a esta dependencia de la familia hacia el Estado.

El analista Norman Ryder (1983) afirmó que la educación masiva o universal sirve como agente moderno del Estado para liberar al individuo de sus obligaciones familiares. Según Ryder, la escuela pública es un medio para transmitirle al niño la “moralidad del Estado” y una “mitología de Estado” que suplante a la de la familia, así como a la tradición y la fe centradas en ésta por considerarla un obstáculo para la dependencia de la persona hacia el Estado (Carlson, 1994). Por ello, apoyar en los medios masivos de comunicación este hecho, es un error naturalista y un acto de injusticia.
[5]

Los medios de comunicación y la sociedad

Juan Pablo II expresó en el año 1996 que “los medios tienen una utilidad indiscutible, pero no deben engañarnos ni adueñarse de nuestra vida”. Se sabe que los medios (publicidad, medios impresos, televisión, radio, etc.) influyen indirectamente en las personas y esta influencia permea en la sociedad, además de informar y entretener.

Pero dicha influencia no siempre es realista o positiva, pues los programas de televisión no suelen mostrar valores, los periódicos y noticias por radio están saturadas de violencia, y la publicidad promueve estereotipos dañinos e inalcanzables para la sociedad, como por ejemplo los trastornos alimentarios (AHRQ, 2006; Spitzer et al., 1993; Steiner y Lock, 1998; Taylor et al., 2006).

Cabe reflexionar si los medios muestran lo que la sociedad quiere ver, o bien obligan a la sociedad a ver lo que muestran. En realidad hay una interacción. Como en toda actividad económica, ésta puede surgir por la oferta de algún producto que llega a tener éxito, o por captar una necesidad y proveerla. Pero los creadores de medios masivos deberían tener en mente que su influencia es tan grande que tienen el poder de formar una sociedad mejor. Sin embargo, los medios masivos parecen dispuestos a recurrir a las acciones más bajas para vender. Lo importante para ellos no es educar a la sociedad sino ganar dinero y, al parecer, han concluido que la fórmula es comunicar contenidos violentos, de hipersexualidad y antivalores bajo la excusa de que “eso es lo que el público pide” (Yarce, 2001).

Vale la pena decir que con programas de calidad también se puede ganar dinero. Transmitir la verdad completa, e incluso reportar las noticias investigadas, es lo que el público merece y lo que realmente crearía una competencia sana y redituable financieramente.

La televisión, el medio más influyente

“Nadie escapa a la influencia de la televisión” (Yarce, 2001). En muchos casos y sin importar la situación económica de las personas, la televisión es un aparato indispensable en los hogares. Es el medio más poderoso: la familia se reúne en torno a ella, suele comer mientras la ve, sirve inclusive de niñera y acompañante. Por lo mismo, es preocupante que tenga contenidos tan poco cuidados.



La televisión abierta es vista en mayor porcentaje por las clases bajas del país que generalmente no cuentan con educación formal, o por lo menos no de una calidad y cantidad suficientes. En su caso, la televisión funge como ventana al mundo y su influencia es aún mayor, pues no suelen constatar los datos, ni corroborar las noticias en otras fuentes de información, suponiendo que aquélla sólo transmite verdades absolutas y totalmente comprobadas.

Televisión y la familia

El medio que más se emplea en la familia es la televisión cuya presencia es cotidiana en los hogares. Se ha convertido en centro de su vida social pues a su alrededor se reúne, discute y ameniza comidas o eventos, por lo que le resta importancia al diálogo y a la convivencia familiar.

Por ello, es recomendable que los padres siempre estén al tanto de lo que sus hijos ven en televisión, ya que “el uso de la televisión debe estar controlado y planeado por la familia” (Yarce, 2001).

Televisión y sexualidad en la adolescencia

La televisión exalta la sexualidad e incluso la exhibe. Los programas televisivos son cada vez más explícitos y transmitidos a horas inadecuadas, poniéndolos al alcance de niños y adolescentes que suelen imitar lo que ven, pues los personajes se les presentan como jóvenes libres y llenos de vida, que pueden hacer lo que quieren.

En un estudio publicado en la revista Pediatrics realizado por el Instituto de Investigación RAND Corporation, se demostró que los adolescentes estadounidenses que ven programas con contenido sexual son más propensos a embarazarse o provocar embarazos. Según RAND, mirar este tipo de programas apresura la iniciación sexual en los adolescentes y no es necesario que el sexo sea explícito, pues hasta simples charlas sexuales tienen el mismo efecto en los jóvenes.

Al mismo tiempo la investigación demostró que la televisión puede tener efectos positivos, pues los programas donde se resaltan las consecuencias de las relaciones sexuales prematuras y sin protección, ayudan a educar a los adolescentes en el tema y, por ende, previenen embarazos.

En el estudio fueron entrevistados más de 2 000 adolescentes a lo largo de tres años y, con base en los resultados, se constató que por cada 1 000 latinos hay 138 gestaciones, frente a 27 que se originan por cada 1 000 personas de raza blanca. Así, “estas diferencias se atribuyen a la educación recibida, a la situación económica, a la pertenencia a grupos minoritarios en desventaja y al difícil acceso a los medios anticonceptivos” (Collins, 2004).

En México aún no se realiza un estudio de esta índole pero aquí, como en Estados Unidos, los programas televisivos contienen sexualidad tácita, y la gran mayoría de las series televisivas provienen de ese país.

En Toluca, un estudio realizado en 2007 mostró que de 350 pacientes del Hospital de Ginecología y Obstetricia, 79% de embarazos era en mujeres de entre 17 y 19 años de edad. Por otro lado, la UNAM y el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud, han reportado que en México nacen cuatro niños cada minuto, y de ellos uno es hijo de madre adolescente. Estas son cifras alarmantes.

Es importante recalcar que los contenidos en programas televisivos necesitan estar mejor regulados por la Secretaría de Comunicación, pero también los padres deben hablar con sus hijos sobre estos temas pues la responsabilidad no es exclusiva de los medios. Es lamentable que la televisión “en lugar de ayudar a una adecuada educación sexual, la entorpece. Por eso los padres deben actuar con prontitud para evitar la malformación de sus hijos” (Yarce, 2001).

Publicidad y sociedad

La sociedad está ampliamente influida por la imagen publicitaria. Para algunos analistas y sociólogos, la publicidad está marcando los nuevos valores sociales: juventud, belleza, felicidad asociada al consumo, abundancia, ocio y progreso. La publicidad nos muestra aspectos de la vida a los cuales generalmente aspiramos; pero a veces esta necesidad por alcanzar esos estándares termina en quiebras, enfermedades y autoestima baja.

La influencia negativa de la publicidad es más profunda en la mujer. La manera reiterativa en que presentan productos light, mujeres delgadas y jóvenes siempre arregladas, causa en la mujer una búsqueda por un cuerpo y una juventud inalcanzables, pues los medios crean imágenes estereotipadas que logran que enfermedades como la anorexia y la bulimia se extiendan a más mujeres y hombres que aspiran a esa imagen perfecta que les muestra la publicidad.

Conclusiones

Los medios de comunicación masiva ejercen una influencia imperceptible por los sentidos pero real en la sociedad. Sus efectos pueden ser positivos o negativos, dependiendo de la persona que está en contacto con ellos, de su contexto, su educación y su capacidad crítica. La influencia es positiva si se toma de los medios lo mejor de sus contenidos: puede enseñar a los jóvenes sobre sexualidad, entretener positivamente a los niños y unir a la familia, tan sólo se debe elegir la programación con responsabilidad y, con ello, la vida familiar se puede ver beneficiada.

Por ello, se debe estar al corriente de los contenidos que hay en los medios para distinguir entre lo positivo y lo negativo. Tener una mente crítica hará que dicha influencia sea benéfica para toda la familia.

Referencias

Benedicto XVI (2007). Mensaje para la Cuaresma.
Arroyo Durán, T. (2008). Matrimonio. Gaceta D. 1(9). Publicación de TAD.
Guerra López, R. (2003). “La Familia hoy, derechos y deberes”. Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia. Ponencia en Congreso Internacional sobre la Familia. Ciudad de México.
Calderón, M.C. (2004). Estudio sobre la familia mexicana. Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia.
Arredondo Galván, F.X. (2008). Los roles y valores en la familia. Ponencia impartida en el curso preparatorio al Encuentro Mundial de las Familias. México.
Carlson, A. (1994). What's Wrong With the United Nation's Definition of 'Family'? The Family in America. USA:The Rockford Institute, 1-6.
Schooyans, M. (2008). “Le Terrorisme à visage Humain”. 2a. ed. París:François-Xavier de Guibert.
Popenoe, D. (1993). American Family Decline 1960-1990: A Review and Appraisal. Journal of Marriage and the Family. 55: 527-555.
Ryder, N. (1983). Fertility and Family Structure. Population Bulletin of the United Nations. 15:18.
Yarce, J. (2001). Televisión y familia. México:MiNos.
Collins, R.R. (2004). Watching Sex on Television Predicts Adolescent Initiation of Sexual Behavior. Pediatrics. 114(3).
Agency for Healthcare Research and Quality (AHRQ) (2006). Management of Eating Disorders. Evidence Report/Technology Assessment, Number 135, 2006; AHRQ publication number 06-E010,
http://www.ahrq.gov/.
Spitzer, R.L., S. Yanovski, T. Wadden, R. Wing, M.D. Marcus, A. Stunkard, M. Devlin, J. Mitchell, D. Hasin & R.L. Horne (1993). Binge eating disorder: its further validation in a multisite study. International Journal of Eating Disorders. 13(2):137-153.
Steiner, H. & J. Lock (1998). Anorexia nervosa and bulimia nervosa in children and adolescents: a review of the past ten years. Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry. 37:352-359.
Taylor, C.B., S. Bryson, K.H. Luce, D. Cunning, A.C. Doyle, L.B. Abascal et al. (2006). Prevention of Eating Disorders in At-risk College-age Women. Archives of General Psychiatry. 63(8):881-888.
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Neumeister, A., D. Charney & W. Drevets (2004). NIMH Mood and Anxiety Disorders. Archives of General Psychiatry.
García Noblejas, J.J. (2000). “Comunicación borrosa: sentido práctico del periodismo y de la ficción cinematográfica”. Pamplona:Ediciones Universidad de Navarra.



[1]
Doctora en medicina. Especialidad médica en Foniatría y Comunicación Humana. Profesora e Investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México Norte.
[2] Alumna de tercer semestre de Ciencias de la Comunicación Social. Universidad Anáhuac Norte.

[3] Por medio del uso de anticonceptivos, aborto, técnicas de reproducción asistida, selección de donantes de óvulos o esperma, y selección de embriones según sexo y condiciones de salud.
[4] De ahí que el término pareja solo corresponda a uniones complementarias, equivalentes y justas. De otra forma no hay pareja. Habrá unión, pero una que no empareje a sus integrantes. Por ello, hijos con sus padres no forman pareja. No basta la unión sexual para constituirse como pareja.
[5] La justicia es lo que está relacionado con la naturaleza ontológica de la persona. Es decir, no necesariamente sus deseos, sino su bien.